lunes, 18 de agosto de 2014

Ferroviario

Se puso la gorra del jefe de estación, y examinó el estado de los semáforos y el funcionamiento del cambio de agujas. Comprobó que las vías estuvieran despejadas hasta donde alcanzaba la vista. Luego, completando el protocolo, verificó la suspensión de los vagones, y como manda el ritual de los maquinistas, acarició la locomotora. Todo estaba en orden y agitó el banderín. Entonces, su padre, se agachó para conectar la corriente eléctrica al enchufe del salón, y él, en persona, dio la salida.

Ricardo Alonso Molina

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